Introducción
La Ética es aun una ciencia ideal, y esto no solamente en el sentido en que toda ciencia lo es. La Ética quiere introducir la idealidad en la realidad, es decir, que su movimiento no es como el de otros casos, en los que se pretende elevar la realidad hasta la idealidad.
(El concepto de la angustia, 1844. Soren Kierkeggard)
¿Cómo explicar que a sabiendas que la práctica de leyes morales es garante de vivir en paz, guardar el orden y alcanzar las felicidad; todavía se transgredan estas leyes y se llegue al filo de la destrucción? Desde luego, la respuesta es sencilla, pues no existe otra explicación que no sea la manifestación de las flaquezas humanas que en muchas de las veces superan el lado opuesto del hombre donde se hallan los valores y las virtudes.
No es otra cosa que una lucha de contrarios, donde en última instancia las debilidades humanas, necesariamente tendrán que ser superadas por las virtudes morales, la sensatez y la sabiduría, a riesgo de que la propia especie humana llegue a destruirse.
Precisamente, la visión de un mundo actual convulsionado es el acicate o estímulo para poner la vista una y otra vez, o las veces que sea necesario, en el estudio y práctica de la ética como llave maestra que guíe a retomar el camino que conduce a los principios de acción orientados al logro de los fines de la vida, es decir, los principios morales del bien y los principios morales del deber, pilares de toda sociedad que desea vivir en armonía, concordia, justicia y con la mira puesta en la superación del género humano.
Por ningún motivo se debe asumir un papel sólo de observadores cuando vemos que nuestra sociedad avanza sin freno al ocaso de su propia existencia por motivos de debilidades humanas, máxime, cuando se conoce la manera de contrarrestar esa carrera equivocada que los dirigentes han propiciado y que infortunadamente el resto de la sociedad pareciera que ha aceptado, pues hasta el momento no se evidencian acciones contundentes en sentido contrario.
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